El Señor de los Últimos Días by Homero Aridjis

El Señor de los Últimos Días by Homero Aridjis

autor:Homero Aridjis [Aridjis, Homero]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1993-01-01T00:00:00+00:00


VISIÓN XII

Anoche me quedé dormido en el scriptorium. Buscaba un nombre en el laberinto de letras que había hecho la víspera.

Soñaba que era Juan el Teólogo y que hacía un libro sobre el año mil. En mi sueño, la voz del Señor no me ordenaba escribir lo que veía ni me mandaba enviar mi revelación a las siete iglesias. Tampoco vi las siete lámparas doradas ni al Hijo del hombre con siete estrellas en la mano derecha y la espada en la boca. En el sueño, me vi a mí mismo, el cuerpo desgarrado y los ojos destellando rayos de luz. Las letras, encajadas en cuadros blancos como en un mosaico en el que sólo la mirada pisa, recordaban a un iluminador y un escriba, Alfonso de León.

En el manuscrito, mi figura aparecía en frente del monograma de don Cristo, trazados Él y yo con igual composición y riqueza. Las palabras pedían al lector futuro que me recordase y estaban arregladas de tal forma que vertical y horizontalmente repetían la demanda, siempre comenzando con la letra A.

Este laberinto me conmemoraba secretamente, como se conmemoró en su momento Florentius en el monasterio de Valeranica; quien, expresó su deseo de ser rememorado. El monje Maius, del cenobio de San Miguel Arcángel, pintor y escriba del Comentario al Apocalipsis de Beato de Liébana, antes que él pidió en un acróstico al final de las iluminaciones que se le recordara. Es fácil inferirlo, para ellos y para mí no hay peor muerte que el olvido.

El monje Maius, por amor al libro de las visiones de San Juan el Teólogo iluminó las palabras miríficas de sus historias con el propósito que los sabios temieran el advenimiento del juicio del fin del mundo, cuando los muertos, grandes y pequeños, parados delante de Dios, serán juzgados según sus obras. Emeterio, el miniaturista de San Salvador de Tábara, me enseñó el oficio de pintar los términos y los personajes del Libro de la Revelación. Él lo aprendió de Maius, o Magius, con el presbítero Juan y la monja Ende. Arrasado y quemado su monasterio por al-Mansur, Emeterio llegó un día a León. De Emeterio se recuerdan estas frases, de la época en que trabajaba en los comentarios del Beato de Liébana: «Oh torre tavarense alta y lapídea, donde tanto tiempo pasé inclinado sobre el pergamino, quebrantando juntamente mi cálamo y mis miembros».

Al copiar los manuscritos sagrados, los artistas y los escribas del monasterio de San Lucas, más astutos que yo, se han aprovechado de la cara de los apóstoles para poner sus propias facciones, y en columnetas escritas bajo una arcada coloreada, han puesto sus propias razones, de manera que la Palabra que propagan los evangelistas por las cuatro esquinas del mundo es su palabra, la palabra de los monjes alucinados de San Lucas.

Si observamos con cuidado, fácilmente podemos ver que el rostro de los evangelistas es el autorretrato del pintor. En sus retratos, los cuatro tienen la boca abierta y de su boca sale una lengua floreada, y de la lengua brotan los vocablos que se les atribuyen a Mateo, Marcos, Lucas y Juan.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.